Puta la mala cue’a.
Hace seís días uno de mis amigos se compró un auto nuevo –un Mazda 3- cero kilómetro impecable, en el cual da gusto pasearse por que, ni el motor se sentía. Por distintos motivos de tiempo y compromisos de la semana no habíamos podido encontrarnos y disfrutar de buena manera de su nueva adquisición. Por lo que salimos el domingo en la tarde-noche a pasear en “su nave”.
No siendo ninguno de nosotros nacidos en cuna de oro, una compra de esta magnitud merece más que una conversación. Se merece todo un trabajado análisis y una celebración recargada de recuerdos de todos los esfuerzos que se han hecho para conseguir esa belleza de auto.
Durante el mentado paseo hablábamos de la vida, del crecimiento personal, de la evolución socio-económica y esas hierbas, mientras mirábamos embobados (la verdad es que con cara de pelotudos), unas casas chiquitas pero muy arregladas, que a pesar de ser viviendas sociales, los frescos de rajas de las inmobiliarias, se las arreglan para hacer ver como pequeños diamantes, y por las que cobran como tales.
Estábamos en lo mejor de la conversación y mi amigo, que para este relato llamaremos “el dueño” decide retroceder para quedar mejor estacionado, por esas putas hueas de la vida, entre la mala iluminación y la mala ubicación de un poste de luz, fuimos presa fácil de la trampa involuntaria que allí había. Y le pegó un topón de aquellos, a la parte trasera de su ya no, tan flamante auto, ya no tan nuevo.
Hoy no escribo para hacerme el intelectual, ni el incesante hueón reclamón que se queja por todo, sólo para recordar que no importa cuan caras o buenas sean las cosas, lo importante es tener los pies en la tierra para que cuando la vida te dé “un choque” no importa lo fuerte que sea puedas salir adelante.
Hace seís días uno de mis amigos se compró un auto nuevo –un Mazda 3- cero kilómetro impecable, en el cual da gusto pasearse por que, ni el motor se sentía. Por distintos motivos de tiempo y compromisos de la semana no habíamos podido encontrarnos y disfrutar de buena manera de su nueva adquisición. Por lo que salimos el domingo en la tarde-noche a pasear en “su nave”.
No siendo ninguno de nosotros nacidos en cuna de oro, una compra de esta magnitud merece más que una conversación. Se merece todo un trabajado análisis y una celebración recargada de recuerdos de todos los esfuerzos que se han hecho para conseguir esa belleza de auto.
Durante el mentado paseo hablábamos de la vida, del crecimiento personal, de la evolución socio-económica y esas hierbas, mientras mirábamos embobados (la verdad es que con cara de pelotudos), unas casas chiquitas pero muy arregladas, que a pesar de ser viviendas sociales, los frescos de rajas de las inmobiliarias, se las arreglan para hacer ver como pequeños diamantes, y por las que cobran como tales.
Estábamos en lo mejor de la conversación y mi amigo, que para este relato llamaremos “el dueño” decide retroceder para quedar mejor estacionado, por esas putas hueas de la vida, entre la mala iluminación y la mala ubicación de un poste de luz, fuimos presa fácil de la trampa involuntaria que allí había. Y le pegó un topón de aquellos, a la parte trasera de su ya no, tan flamante auto, ya no tan nuevo.
Hoy no escribo para hacerme el intelectual, ni el incesante hueón reclamón que se queja por todo, sólo para recordar que no importa cuan caras o buenas sean las cosas, lo importante es tener los pies en la tierra para que cuando la vida te dé “un choque” no importa lo fuerte que sea puedas salir adelante.
1 comentario:
llanten:
apuesto que el del auto era el leo ¿o no?... en too caso, sea un mazda 3 o una citroneta... es igual de doloroso ver tu auto todo aporriado... mmm... y mas encima aporriado por la cola... mmm
ya loko... nos vemos en el trabajo postparto de harry elsucio
shauuuu
PD: tengo blog
PD: no se como chucha usarlo
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